sábado, 27 de abril de 2013

Celestino el cachero



Con mis lentes puestos para la faena, eran las nueve de la mañana. Me encontraba listo ya con mi herramienta para cortar las esquinas de espacios que tienen grama; siendo esto un desierto sólo mala hierba me cantaba. Tarea ardua me aguardaba como así y de la nada alguien me habla por la espalda. Yo absorto con mi tiempo suelto el gatillo y el mango. Me llamo Celestino -me dice, un hombre joven y regordete es cachero, recoge cachibaches a domicilio, cosas que la gente desestima con el tiempo. Lo observo y noto un pick up viejo estacionado junto a la acera de enfrente, dónde el señor meticuloso y organizado-.

Me preguntó si tengo algo viejo que quiera botar o que si quiero, que él se encarga de limpiar el zacate que de por si ya está pasado. Le digo que no, que este día lo corto, pero gracias. Pero dígame -le pregunto- cómo le va de ropavejero; me defiendo -me dice- trabajé como estibador en un puerto en Oregón, como no salia a ningún lado ahorre un buen dinero y me vine para acá, puse un negocio de jardinería; llegué a tener tres cuadrillas de jardineros con tres trucks. De allí vino lo de la economía, todo se fué. Como soy de los que apuesto en serio y con eso que hoy ni jardines hay me quedé sin nada. Tendrá por allí algo viejo que no ocupe? pues no creo -le respondí- no guardo cosas viejas, al tiempo que apreté el gatillo de la máquina que corta malas hierbas.



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