jueves, 11 de julio de 2013

Pequeña lluvia de un instante




No sé en realidad con qué ó cómo empezar esta nota, este escrito porque pienso que siempre encuentra uno en su vivir algo que uno desee dejar a la posteridad, a la eternidad; que por cierto uno nunca llegará a saber que es lo que le sobrevivirá.

Así, cada mañana, cada día tiene su momento rescatable; su instante de bondad para con uno. Quizás lo más parecido a un premio. Para mí hoy lo constituyen dos cosas ó quizás tres y es que en verdad que uno debería de andar llevando consigo una libreta de notas donde grabar cada instante que habla y se manifiesta en voz alta para llamarte la atención y decirte mirá que aquí estoy todavía.

Total, que hoy cayó algo de lluvia, lo cuál despierta en muchas personas una energía tan estimulante como en otras un inevitable llamado al recogimiento.

Salí por supuesto a recibir las gotas y el rocío y no por virtud o mucho menos por recomendación médica, prescrita de antemano por algún antepasado cercano. Sino más bien porque dejé semiabierta la ventana del carro la noche anterior; o sea, por sentido práctico.

De regreso a la casa, me detengo quizás solo para apreciar por un instante el sentimiento de estar agradecido con algo al fín. Observo al pasar por mi ventana y que me ataca una imagen que no me conmueve del todo pero me sorprende; una de mis vecinas sentada afuera de su casa en posición de Loto. Es por eso que te digo, que la lluvia tiene ese poder, esa capacidad de despertar espíritus.

Y el tercer momento tiene que ver con la conciencia, esa que cada vez está más despierta e inquieta. Ese estado del ser que cada día que pasa está más abierto al medio que le redea; como un niño, que todo mira, que todo analiza porque es una vida nueva. La conciencia que ayer puso su banderita de conquista sobre tres espacios. La misma que hoy lee, mirada tras mirada y toma nota.





jueves, 4 de julio de 2013

Take Five




Heme aquí con un jazz clásico, Take Five de Brubaker y es que no es para menos. Give Me Five me digo a mi mismo; quizás padezca de temor escénico, de un desorden de atención focal, concentración dispersa en el manejo de las emociones, es decir, el cuadro clínico de un ser que vive y disfruta sus pasiones; su cardio. De todo esto me acuso.

Un amigo solía decir, 'cuando escuchas a tus hijos hablar en inglés es como music to my ears'. Lo mismo me sucede cuando ocasionalmente le permit a mi corazón y mente la oportunidad de trabajar en conjunto, en perseguir un fin determinado.

Y es que en realidad y dicho sea de paso, soy un admirador de los espacios interiors. Porque para mi significan una comunicación, cuentan obviamente una historia personal, más que mil palabras.

Total que darle vida y orden a un lugar lleva tiempo, mucha energía y por qué no decirlo exige una cierta dosis de inteligencia, desapego; hasta conseguir que un espacio presente un sentido estético. Sentido que tenga para uno, porque con eso del buen gusto hay mucha tela que cortar. Lo que para uno es lo máximo para otros no tiene ni el más mínimo significado.

De tal manera, que uno de mis espacios ya habla un lenguaje que yo entiendo, con el cuál puedo relacionarme. Y hoy me entrego al escritorio cuyo cuadro clinico presenta el aspecto de un taller mecánico automotriz barato. No sé si alguna vez has visto alguno por allí en el cual hay herramientas por allí, repuestos que nadie sabe para cual de los carros son, grasa y aceite por todos lados, trapos y mucho trabajo pendiente... bueno, lo más seguro es que se me pasó la mano. Este nada más tiene, libros, cuadernos, un ejemplar del NY Times, unos cuadros, clavos, papeles, etc, etc, etc.

Pero si alguna vez has visto un taller de carro fino ya sabes como lo quiero. Porque la excelencia paga y paga bien.